Javier era un joven ingeniero con una carrera prometedora, conocido en el ambiente social como Javi. Solía andar en los lugares de moda pues a sus casi 25 años ya era socio de la famosa constructora familiar. Sus padres venían de otro país y habían echado raíces cosechando una fortuna. Por otra parte, Leydi era una joven quien con un apellido conocido y belleza física tenía muchos admiradores, pero su familia ya no era la que fue. Su padre había enfermado años atrás y la situación económica no era la misma. Pero conservaban algunas relaciones sociales, y apoyo de un lejano familiar.
Javi y Leydi se enamoraron y muy pronto ella le dio el sí. Se casaron, pero desde la primera noche de bodas, Javi se sintió defraudado. Su mujer era como una muñeca. Al parecer no respondía como mujer. Pero es que, en el fondo, él era muy tosco, y poco detallista. Acostumbrado a tener las mujeres que quería, no dedicaba mucho tiempo al preámbulo amoroso. Y en esa noche de bodas, además, había estado bebiendo con sus cuates, en medio de su propia fiesta.
Leydi había sido educada de forma muy tradicional, aprendiendo a ser sumisa, pero al mismo tiempo, la habían enseñado a esperar que su futuro marido le proveyera una vida cómoda como de una princesa. Obedecer, era su destino. Pero en el fondo, deseaba atreverse a hacer algo más con su vida.
Pero Javi, no esperaba que ella se hiciera independiente. Sin embargo, era algo contradictorio, porque por un lado no la dejaba pensar por ella misma, pero luego le exigía que hiciera algo más que estar sentada como princesa.
Leydi, comenzaba a sentirse como muerta por dentro. Javier se estaba volviendo cada vez más y más grosero y agresivo. Y el alcohol comenzaba a ser un problema en la vida de ambos. Con tantos problemas, Leydi intentó hablar con sus padres al respecto. Pero descubrió muy pronto, que ellos no podían ayudarle a salir de ese matrimonio.
Su madre estaba enferma, tenía diabetes, y su padre había enfermado del corazón. Y la situación no solo de salud, sino económica, no les permitiría apoyarla en caso de divorciarse.
Javier estaba cada vez más enojado con su mujer, no solo porque no respondía en la intimidad, sino porque la miraba con desprecio por considerarla inferior a él.
Un verano en que fueron de viaje en un crucero por sus 16 años de casados, Leydi salió a asomarse por la borda quizás visualizando la posibilidad de aventarse. Ya en alguna ocasión le había confesado a Cindy, su mejor amiga, que deseaba morirse.
Nunca se supo si finalmente hizo realidad su deseo, o fue accidental el que se cayera al mar. Era una hermosa noche. Pero su marido se había quedado bebiendo en el bar del barco. No se percató que ella no estaba en su camarote.
Nunca encontraron su cuerpo. Y Javier, al poco tiempo retomó su vida de soltero. Al parecer ese matrimonio tenía muchos años de haber terminado.
Cuando en una relación alguno de los 2 no tiene un proyecto de vida, se puede caer en una relación de codependencia, que lleve a vivir un verdadero infierno.
La responsabilidad de nuestra felicidad, no es de la pareja… ¡es nuestra!