EL AMOR ES… (primera parte)

Cuando Anastasio sacó su primera cita y describió el motivo por el que iniciaría su tratamiento, la terapeuta de parejas, se sorprendió.

Iba a buscar ayuda para saber decir a su esposa que deseaba el divorcio. Eso era de por sí, algo inusual. Lo realmente sorprendente era su deseo de que ella recibiera ayuda profesional para cuando supiera la noticia, y no hacerle tanto daño.

Agregó:

-Es la madre de mis hijos. No es una mala mujer, pero ya no la amo.

-¿Entonces ella no sabe que usted quiere divorciarse?

-Aun no. Por eso estoy aquí. Dígame como se lo digo.

La terapeuta le explicó que no era así de sencillo. Que lo ético era que tuvieran una sesión donde pudieran hablar de como habían llegado a ese punto de sus vidas. Pues en su experiencia con parejas que deciden dar ese paso, a veces se pueden crear nuevos acuerdos, y las cosas pueden componerse.

Pero Anastasio aseguró que su mujer no era para él lo que debería. Ella era una excelente madre, todo el tiempo cuidando de sus hijos -el niño de 10, la niña de 8 años- velando por todas sus necesidades. Hacía un tiempo que no tenían más temas de comunicación aparte de la casa, la escuela de los niños, la comida, los gastos… francamente estaba fastidiado de vivir lleno de responsabilidades y sin ningún placer.

La terapeuta le preguntó si había alguna otra persona en su vida.

Anastasio, se mostró nervioso, pero lo negó.

La terapeuta le sugirió que le dijera a ella que tomara una sesión sola, de esta forma vería que tanto se podía hablar del tema, sin lastimarla demasiado.

Cuando Marcia llegó al consultorio, la terapeuta la observó detenidamente. Era una mujer de alrededor de 40 años, vestida sencillamente, con una expresión franca y amable.

-Soy la terapeuta de su esposo. Él me dijo que deseaba que usted se sienta bien. Al parecer tienen algunos problemas en su matrimonio. ¿Me puede comentar el motivo por el que usted accedió a venir Marcia?

-Si, mire Dra., yo le comenté a él que a veces me siento demasiado cansada. Las responsabilidades de la casa y estar al pendiente de nuestros hijos es cansado. También mi esposo y yo hace tiempo que no tenemos una buena comunicación. Lo veo distante, indiferente. Antes salíamos con los niños al malecón los domingos, pero de un tiempo para acá dice estar aburrido y cansado.

– Muy bien. ¿Qué desearía usted?

-Que nos ayude a ver ¿que nos está pasando?

-Mire su esposo quiere que platiquemos justamente de lo que el siente. Y al parecer usted también necesita expresarse.

El resto de la sesión la terapeuta se enfocó en la infancia de Marcia, y como siendo la mayor de 6 hermanos, había tenido que atender a todos mientras su madre trabajaba fuera de casa.Su padre los había abandonado. Marcia había aprendido a servir y pensar en las necesidades de otros, menos en las suyas.

La siguiente sesión, Anastasio y Marcia, se presentaron en el consultorio de la terapeuta. Durante la misma, ella pudo ver la dinámica de la pareja.

Anastasio se encontraba en esa etapa donde algunos hombres comienzan a sentirse poco atractivos. Expresó varias veces su preocupación por la caída del cabello, lo cara que estaba la ropa para caballero, la alimentación saludable, incluso el ejercicio que realizaba cada mañana en el gimnasio antes de ir al trabajo

Marcia habló de lo cara que era la vida, de lo mucho que crecen los hijos y la ropa no les queda, de las colegiaturas, las maestras de los niños, y de cómo era posible que Anastasio gastara en cosas superficiales, como ir a un gimnasio.

Terminaron hablando de dinero y de que ambos estaban muy decepcionados de la vida en común. Mas Anastasio que ella.

Como el tiempo prácticamente se había terminado y no se podía abrir el tema del divorcio en esas circunstancias… La terapeuta decidió citarlos para la siguiente semana, explicándoles que sería conveniente que anotaran detalladamente que querían modificar en su relación.

La siguiente semana y las que siguieron, -cuatro para ser exactas- la terapeuta intentó destacar aquellas cosas que conservaban valiosas como pareja, y no solo como familia. Pero Anastasio estaba seguro de solicitar el divorcio. Y en esa sesión lo dijo:

-Quiero decir algo -interrumpió a la terapeuta.

-Si Anastasio, adelante.

-Marcia, siento mucho lo que voy a decirte. Pero es por tu bien. No puedo seguir contigo.

Miró a su mujer, luego bajó la cara, y continuó:

-He intentado volver a sentir algo por ti. Pero no puedo. No siento eso que alguna vez me hiciste sentir. Esa admiración, esas ganas de estar juntos. Eres buena con los niños. Pero no siento lo que debería… Perdóname.

Y sin esperar la respuesta, se disculpó y salió del consultorio.

Ver a una buena mujer hacerse pedazos, no fue algo grato. La terapeuta se inclinó ante la paciente y la abrazó.

Al terminar la sesión, Marcia aceptó comenzar su proceso individual. Decidió hacerlo primero por sus hijos. La terapeuta le dijo que tarde o temprano debía hacerlo por ella en primer lugar. Y agregó que cuando eso se diera, estaría lista para avanzar.

Pasaron los meses. Marcia era una paciente comprometida. Fue pasando del dolor y vacío al encuentro con ella misma.

La terapeuta supo que estaba lista aquella tarde que Marcia le confió:

-¿Sabe dra.? Puedo ver a Anastasio como el padre de nuestros hijos. Con sus virtudes y defectos. He decidido soltarlo. Tenemos comunicación por el bien de nuestros niños. Esta navidad nos llevó a comprar ropa, incluso me regaló una blusa. Y no me sentí mal.

-¿Estas lista para seguir con tu vida? -le preguntó la terapeuta.

-Si. Dijo con certeza.

-¿Qué piensas hacer a partir de ahora?

-Tengo un pequeño negocio de venta de dulces entre mis amistades. Me va bien. Me siento contenta. Ahora estoy en primer lugar, gracias a usted.

-Excelente Marcia. Si alguna vez necesitas de algo, sabes dónde encontrarme.

-Si Dra. Muchas gracias.

Se abrazaron.

Continuara en la siguiente edición